6 de Agosto

Relieve de la Transfiguración de Jesús
Iglesia del Divino Salvador. Sevilla. Foto: Rafael Márquez

Mateo, Marcos y Lucas, nos narran, con la diferencia de algunos ligeros matices, el acontecimiento de la Transfiguración. Jesús había hablado a sus discípulos de su inminente pasión y muerte. Y para que no vacilasen en la fe, invita a tres de ellos, Pedro, Santiago y Juan, a subir con Él al monte Tabor, precisamente los tres que verían su agonía en Getsemaní.
En el Tabor les mostró el Señor su gloria y esplendor, a la vez que Moisés y Elías se aparecían hablando con Jesús. Allí se transfiguró delante de ellos. Su rostro brillaba como el sol, y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo, según precisa plásticamente el evangelista San Marcos.
Esta voz les confortaría en el momento de la prueba. Nunca la podrían olvidar. Sobre todo Pedro, que escribirá más tarde: Esta voz traída del cielo, la oímos nosotros, estando con Él en la montaña sagrada.

Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: Señor, qué bien estamos aquí.

Si quieres, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado en quien tengo puestas todas mis complacencias. Escuchadle.
    Evangelio de San Mateo 17. 1-8

"Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto.
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Monumento a los Sagrados Corazones
San Juan de Aznalfarache. Sevilla

En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.»
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo.
Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.»
Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo."

    La Nube
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La Transfiguración del Señor. Capilla de la Hermandad
de las Tres Caídas de la iglesia de San Isidoro. Sevilla
Foto: Rafael Márquez

Una nube los cubría. Es la nube. La nube de larga historia: aquella historia de Dios enlazada con la historia de los hombres, que denota la presencia del Señor. La nube cubrió  el tabernáculo (Ex 40,34). La nube garantizaba todas las intervenciones divinas: "El Señor dijo a Moisés: Yo vendré a ti en una nube, para que vea el pueblo que yo hablo contigo y tengan siempre fe en ti” (Ex 19,9). Esa nube cubre ahora a Jesucristo y de ella brota la voz poderosa: “Este es mi Hijo elegido, escuchadlo”. La nube que se había cernido sobre María en la Encarnación: “El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por eso al que va a nacerlo llamarán consagrado, Hijo de Dios” (Lc 1,35). La nube que delata y oculta; la nube, esa sombra que, como dice San Agustín, se produce siempre que la luz de Dios se encuentra con un cuerpo para alguna encarnación. La nube que acreditará el triunfo de Jesús en su ascensión (Hech 1,9), y en su retorno (Mc 13,26), cuando los que le hayan seguido se le incorporen, envueltos en nubes de victoria.

    La Iglesia celebra la Trasnfiguración

La fiesta de hoy se instauró en Oriente en el siglo XI y se introdujo al calendario romano en 1457 para conmemorar la victoria sobre el Islam en Belgrado. Después se celebró en los ritos Siriaco, Bizantino y Copto. En el hecho de la Transfiguración, el Señor quiere preparar el corazón de sus discípulos para que superen el escándalo de la cruz. Pero esta fiesta es, además, un anuncio de la adopción maravillosa que nos hace hijos de Dios en Jesucristo y del resplandor con que un día brillará todo el cuerpo de la Iglesia.

La Transfiguración del Señor. Iglesia de Santa Ana
Sevilla. Foto: Rafael Márquez

Jesús había hablado a sus discípulos de su inminente Pasión y Muerte. Y para que no vacilasen en la fe, invita a tres de ellos, Pedro, Santiago y Juan, a subir con El al monte Tabor, precisamente los tres que verían su agonía en Getsemaní.
En el Tabor les mostró el Señor su gloria y esplendor, a la vez que Moisés y Elías se aparecían hablando con Jesús.

Allí se transfiguró delante de ellos. Su rostro brillaba como el sol, y sus vestidos se volvieron de un blanco  deslumbrador. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de ella, que  decía: "ESTE ES MI HIJO AMADO EN QUIEN TENGO PUESTAS TODAS MIS COMPLACENCIAS. ESCUCHADLE." Esta voz les confortaría en el momento de la prueba.

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