Patrona de Utrera

Ntra. Sra. de Consolación en procesión. 1 de Mayo 2008

En el año 2007 Utrera celebró una de sus grandes efemérides: el V Centenario de la llegada de la imagen de Nuestra Señora de Consolación a la ciudad. Con tal motivo es oportuno hacer un pequeño estudio de esta representación mariana que, desde entonces, prácticamente ha condensado la devoción de la ciudad.

 

Arte e Iconografía

 

En el año 2007, Utrera celebró una de sus grandes efemérides: el V Centenario de la llegada de la imagen de Nuestra Señora de Consolación a la ciudad. Con tal motivo es oportuno hacer un pequeño estudio de esta representación mariana que, desde entonces, prácticamente ha condensado la devoción de la ciudad. Desde el punto de vista artístico e iconográfico la Patrona de Utrera tiene ya poco que ver con la talla que, como señala la historia, trajera desde el emparedamiento sevillano la madre de Marina Ruiz en 1507, pues durante estos cinco siglos ha sufrido varias intervenciones que han modificado notablemente su aspecto. Algunos historiadores (es el caso de Juan Cabello) aseguran que ésta la adquirió en 1490 (dato poco creíble, pues ni siquiera aclara su procedencia).
Según señaló el profesor José Hernández Díaz en un informe previo a la restauración de la imagen por el profesor Arquillo en 1964, parece que fue realizada en el siglo XIV, por un escultor anónimo y en madera de peral.

Originariamente era una talla completa y sedente, respondiendo al modelo iconográfico bizantino de Virgen Theotocos o Kyriotissa, ya que portaba un Niño Jesús entre sus brazos, que fue sustituido por el que ahora tiene en la gran reforma de la que fue objeto durante el período barroco. Igualmente respondía a lo que popularmente se conoce como “Vírgenes Negras” algo que corrobora el historiador Rodrigo Caro cuando dice que era “muy morena, fea y muy antigua su hechura” Aspecto que cambió de raíz inmediatamente después del milagro de la lámpara de aceite en 1560 en que, siguiendo a Rodrigo Caro "sin ministerio de hombre mortal, se volvió hermosa y resplandeciente, de la manera que hoy la vemos, sin que jamás le hayan tocado el rostro para darle algún color o matiz", sin embargo historiadores contemporáneos como Antonio Cabrera Carro desmienten este origen sobrenatural del cambio de color en la faz de la imagen, atribuyéndolo a una restauración oculta.

Grabado 1791

Si hay constancia que, desde muy antiguo, tal vez desde el reinado de los Reyes Católicos en que comenzó dicha moda, la talla era revestida con ropajes, quizás de la misma forma que aún hoy se sigue haciendo con la Virgen de Valme, de Dos Hermanas. Pero sin duda, fue en el Barroco cuando tan venerada representación mariana sufrió el cambio más grande de que se tiene noticia, modificando radicalmente su aspecto hasta el punto de quedar casi como la podemos contemplar hoy. Fue en dicha reforma cuando se mutiló a la Virgen para convertirla en imagen de candelero, dotándola de brazos articulados y sustituyendo el antiguo Niño por el que vemos actualmente. Los atributos iconográficos que hoy son consustánciales con nuestra patrona, son corona, ráfaga, media luna y el barquito que porta en su mano, sustituyendo al cetro que tuvo en un principio.

Coronación de la Virgen

La ráfaga o resplandor de plata que circunda la imagen y la media luna tienen su origen en el Apocalipsis de San Juan cuando se describe a "una mujer revestida del sol, con la luna bajo de sus pies". Por cuadros, exvotos y grabados, no hay duda que la Virgen de Consolación poseyó ráfagas más antiguas que la que luce hoy, posiblemente robadas en el expolio que sufrió su templo por los franceses en 1810, pues la actual es fechable en el siglo XIX, dada su similitud con la de la Inmaculada Concepción de la Sacramental de Santa María, realizada en 1862. La media luna, de la forma en que la ostenta hoy, en forma de cuarto creciente, además del significado apocalíptico parece señalar un símbolo de triunfo sobre el Islam, como señala José González Isidoro en uno de sus trabajos y recoge el ya citado Antonio Cabrera Carro.
El barco, con el paso del tiempo, se ha convertido en el elemento más peculiar y característico de la Patrona de Utrera.

Es una pequeña nave de oro y cristal de roca, del siglo XVI que, según la leyenda, fue ofrendada por los marineros del navío "Vera-Cruz" pues, estando en una ocasión a punto de naufragar, se encomendaron a dicha advocación. Hay que volver a Rodrigo Caro quien, entre los adornos del altar, en 1622, ya menciona "un navío de oro, curiosísimamente labrado". Refuerza esta hipótesis un azulejo de finales del siglo XVII, colocado en la casa de Joaquín Giráldez Torres, en el que aparecía la imagen con un cetro en la mano. Y de la misma forma aparece en un exvoto de 1728. Cabrera Carro apunta la posibilidad de que en un principio se le colocara solo en las grandes festividades para, hacia la mitad del siglo XVIII, quedar ya permanentemente en las manos de la imagen, aunque en la actualidad y a diario luce uno de plata, reservando el primitivo para las grandes solemnidades.

Se completan sus atributos con la corona y el orbe que el Niño sostiene, como distintivos de realeza. Existen varias piezas de este tipo, destacando entre ellas la de oro y piedras preciosas, obra del orfebre Fernando Marmolejo Camargo, y que fue ofrecida por el pueblo de Utrera en 1964, al ser coronada canónicamente. Del mismo modo se conservan dos más de plata, del siglo XIX, que son utilizadas a diario. Y por último reseñar, aunque muy sucintamente, el ajuar de la Virgen: mantos, sayas, rostrillos y alhajas diversas que luce según la festividad o conmemoración litúrgica, la mayoría donadas por devotos que, junto a lo expuesto, completan el aspecto exterior de la imagen y conforman el ornato de la Patrona.

Ntra. Sra. de Consolación
Patrona de Utrera con su iconografía actual

 

El Santuario de Consolación

 

El recinto donde se venera la Patrona de Utrera, es una de las construcciones con mayor carga artística e histórica de las que se conservan en nuestra ciudad. Por ello, tras vivir el V Centenario de la llegada de la imagen a Utrera, se hace necesaria una restauración del inmueble.

Fachada del Santuario de Consolación

Comenzando por su exterior, la fachada principal presenta, como elementos más importantes, la torre y la portada. La primera está compuesta por un solo cuerpo rematado con chapitel, que está revestido de cerámicas que representan, en cada uno de sus lados, a diversos santos como San Fernando y San Francisco de Paula. En el último tramo de dicha caña se aloja el campanario, que contiene cuatro campanas que se podrían voltear,

una vez restauradas, a la manera utrerana. La portada es de estilo protobarroco. Está compuesta por un vano de ingreso, flanqueado a cada lado por un par de columnas toscanas sobre plinto o pedestal. En cada intercolumnio se aloja una escultura, del padre fray Bernardo Boil y San Isidoro de Sevilla, realizadas, en 1635 por el artista Alonso Álvarez de Albarrán. Sobre las columnas apoya un entablamento que soporta un ático cuyo aspecto es fruto de una intervención realizada entre 1891 y 1892. En ella se introdujeron las pirámides herrerianas de los laterales y los azulejos que representan a la titular del convento, a San José y a San Joaquín.

El interior del santuario está dividido en dos partes. La primera es un atrio de entrada, con cuatro columnas de mármol de Carrara que sostienen un coro realizado, a mediados del siglo XVIII gracias al patronato del que fuera provincial y general de la orden Mínima, fray Juan Prieto, que había hecho voto perpetuo de estar siempre en este convento. Cierra el conjunto un magnífico cancel, de estilo Neomudéjar, realizado y firmado por el polifacético artista utrerano Francisco Escamilla Rodríguez en 1892.

La planta de la iglesia forma una gran cruz latina de setenta metros de largo. Parece que, originariamente, su morfología era de raigambre mudéjar. Según el fraile Francisco Tamayo, las trazas fueron ejecutadas por fray Pedro de Pineda. En la actualidad todo el conjunto se encuentra muy transformado por una restauración llevada a cabo entre 1891 y 1892 gracias a la generosa aportación de Enrique de la Cuadra, uno de los personajes más importantes en la historia de Utrera, que invirtió en ellas una elevada cantidad. Las obras, dirigidas por el ingeniero Miguel Murube Galán, le dieron al recinto un aire neoislámico, propio de la mentalidad postromántica del señor Cuadra, como se puede ver en la que fuera su residencia, actual ayuntamiento de la ciudad y antigua casa del Conde de Vistahermosa, propietario de la ganadería que ha sido germen y pilar del toro bravo en el mundo. De esta época son los zócalos, realizados en el sevillano taller de los hermanos Mensaque;

Vista de la nave. Foto: Paco Álvarez 2005

el púlpito, obra de la fundición San Antonio de Sevilla; la solería, de mármol de Carrara, así como las pinturas y vidrieras de temas moriscos, de Francisco Escamilla que contó con la colaboración de varios oficiales del taller de Antonio Cavallini, pintor de origen italiano afincado en Sevilla. Al mismo artífice utrerano, se debe la realización de las armaduras del crucero.
Sin embargo, la obra más destacada de todo el santuario, excluyendo a la imagen de la Virgen, es su magnífico artesonado mudéjar, joya de la carpintería de lo blanco andaluza, realizada por el astigitano Gregorio Tirado, en 1578. Su importancia radica no solo en su gran calidad, sino también en su tamaño, ya que ocupa toda la nave principal, y su estructura, formada por cinco paños a pesar de colocarse bajo una techumbre a dos aguas.

Altar mayor del Santuario. Foto: Paco Álvarez 2005

Completan el conjunto de la iglesia tres retablos. El mayor, donde se aloja la Virgen de Consolación, es una obra de la primera mitad del siglo XVIII atribuida a Juan de Brunenque. Está compuesto por sotobanco, banco, un cuerpo y ático, todo articulado en tres calles. En los soportes se combinan grandes columnas de rica decoración, con el tercio central salomónico, y estípites. Su programa iconográfico se divide en dos partes. En el cuerpo principal, las representaciones de San José, San Joaquín, la Anunciación y la Visitación, aluden a la genealogía temporal de Cristo.
La pertenencia del convento a la Orden Mínima condiciona la iconografía del ático, con un alto relieve de San Francisco de Paula renunciando a la mitra, flanqueado por dos

santos mínimos, de bulto redondo, cuya identificación es difícil debido a la pérdida de sus signos parlantes. Los dos retablos ubicados en los extremos del crucero fueron realizados a mediados de la decimoctava centuria. Presentan un esquema similar, con banco, sotobanco, un cuerpo y ático, articulados por estípites. Tienen la particularidad de estar policromados en oro y color verde. El ubicado en el lado de la Epístola está dedicado a San Francisco de Paula, materializado en una escultura de candelero de gran calidad, de similar cronología. Dicho santo posee una túnica de la época, ricamente bordada en oro. A los pies de este altar se encuentra el panteón familiar de los Marqueses de la Cueva del Rey, patronos del convento.

Justo enfrente está el dedicado al Cristo del Perdón, obra manierista que se encontraba en el santuario en 1603. Esta talla forma una Deesis o Calvario con las imágenes de la Virgen y San Juan Evangelista. Además, hay otras esculturas como las dedicadas a San Pedro y San Pablo, pilares de la Iglesia o un relieve de la Trinidad coronando el conjunto. El Cristo es, desde 1956, titular de la hermandad de los Muchachos de Consolación junto a María Santísima de la Amargura, obra del siglo XIX donada por María Mateos Iñigo y que se encuentra ubicada a los pies del Señor.

Altar de la nave del Evangelio. Foto: Paco Álvarez 2005

 

La Sacristía y dependencias anexas

 

Se accede a ella por un vano situado junto al retablo de San Francisco de Paula. Fue realizada a mediados del siglo XVIII, siendo costeada por fray Juan Prieto. Formalmente es una planta de cajón cubierta con una bóveda de cañón con lunetos. Se divide en dos estancias. La antesacristía y la sacristía propiamente dicha.

En aquella se guarda una numerosa colección de exvotos, unos mil seiscientos veintiséis, que ha sido calificada como de las más importantes de Andalucía. Su cronología abarca desde el siglo XVII hasta la actualidad, existiendo múltiples tipologías, siendo unos cuatrocientos once pequeñas pinturas, realizadas por modestos artistas, con un carácter muy popular e ingenuo. Siguen un esquema repetitivo a base de dos planos: uno natural, que es donde se describe el suceso o la petición, que poseen gran riqueza etnográfica debido a la representación de objetos de la vida cotidiana del momento; y uno espiritual, en el que se halla la Virgen, a veces con otras imágenes devotas, cuyo valor radica en el ámbito antropológico, pues muestra las relaciones humano-divinas. Otras tipología representaría partes del cuerpo humano, siguiendo una tradición que vendría de la Antigüedad. Desgraciadamente, todos ellos se encuentran seriamente amenazados debido al mal estado de esta estancia, así como de todo el santuario, con multitud de goteras y problemas de humedades.

Un muro medianero separa este espacio de la sacristía, que posee tres retablos del siglo XVIII junto con cajonerías de la misma época. Sin embargo, lo más curioso es la gran mesa de cálices, realizada en jaspe por Juan de Mariscal, en el año 1745 y que posee la inscripción “Mensa lapidea in Hispali huc usque nulla mayor” (hasta el presente no hay mayor mesa de piedra en Sevilla).

Toda la bóveda antes mencionada, está decorada con pinturas murales del siglo XVIII, realizadas al temple, en el que se representan diversas escenas de la historia de la Orden y la vida del santo fundador. Su estado de conservación es deplorable debido a los problemas de humedad citados anteriormente.
Al otro lado del crucero se encuentra la entrada a la “Sala del Lagarto”, lugar donde se colocan los exvotos ofrecidos por los fieles en la actualidad (trajes de novia, de luces, elementos ortopédicos, y un largísimo etcétera). En el centro de la habitación hay un pozo del que, según la tradición, salió el cocodrilo- de ahí el nombre de “Lagarto”- que se encuentra, disecado, en la parte alta de uno de los muros, acompañado de unos grilletes de gran antigüedad. Su significado es mucho menos fantástico del que le atribuye la leyenda utrerana, pues se trataría de un exvoto, seguramente procedente de América, o una alegoría de la Prudencia, como ocurre en la Catedral de Sevilla.

Camarín de la Virgen de Consolación. Foto: Paco Álvarez 2005

La sacristía y esta sala se unen por un revestidor sobre el que se encuentra situado el camarín de la Virgen de Consolación, con valiosas pinturas del siglo XVIII que, sin embargo, sufrieron una desafortunada restauración en el siglo XX .

 

Conclusión

 

El Santuario de Nuestra Señora de Consolación fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1982. En 1985, con la entrada en vigor de la “Ley de Patrimonio Histórico español”, quedó automáticamente incluido en la categoría de Bien de Interés Cultural (B.I.C.). En la actualidad, atesora grandes valores históricos, artísticos y etnográficos referentes no solo a Utrera, pues su proyección traspasa nuestras fronteras. No en vano, fue la mayor devoción mariana de la Baja Andalucía en los siglos XVI, XVII y XVIII, llegando el eco de su popularidad a Iberoamérica, donde existen numerosos santuarios dedicados a esta advocación. Por todo ello, con motivo del V Centenario de la llegada a esta ciudad de la Imagen, sería deseable acometer un gran proceso de restauración y posterior puesta en valor del conjunto para disfrute y conocimiento de generaciones presentes y futuras.

Texto y fotografías:©   http://www.consolaciondeutrera.com/

 [ Procesión de Ntra. Sra. de Consolación. V Centenario de la Devoción. 2007 ]

 [ Procesión de Ntra. Sra. de Consolación. 1 de Mayo 2008 ]

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