Pintura de la Divina Pastora. Iglesia de San Juan de la Palma
Sevilla. Foto: Rafael Márquez

La noche del 24 de junio de 1703, festividad de San Juan Bautista, cuando se encontraba rezando en el coro bajo de la Iglesia conventual de los padres capuchinos el padre fray Isidoro de Sevilla, tuvo una visión en la que vio a la Virgen portando atributos pastoriles. Llevaba un báculo en la mano diestra mientras que con la otra acariciaba un cordero con una rosa en la boca y una enseña que salía de la misma simbolizando el Ave María, mostrando así la pleitesía humana a la Virgen y su amor por Ella. A lo lejos una oveja descarriada del sendero de Dios era atacada por el lobo, representación del pecado y el demonio. Ésta al verse acosada invocaba a María, apareciendo instantáneamente el arcángel San Miguel, que lo ataca y clava una flecha en su testuz, defendiendo a la oveja descarriada y apartando al lobo del rebaño. 

En la mañana de San Juan de 1703, fray Isidoro acudió a su hermano don Antonio Rodríguez

de Medina y Vicentelo para que financiara la ejecución de un cuadro en el que apareciera la visión tenida.
Sería ejecutado por un pintor amigo de la familia, Miguel Alonso Sánchez Tovar, como lo cuenta en su libro La Pastora Coronada. En el mismo aparece en el centro y bajo la sombra de un árbol la Virgen Santísima sedente en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura.  
Volvió a ir al taller de Tovar el 15 de agosto, para que pusiese sobre las sienes de la Pastora una corona que sujetaban dos ángeles querubines afirmando así la Realeza Universal de María.

No se hizo esperar mucho la presentación pública de la Divina Pastora a su pueblo. El día 8 de septiembre de 1703, coincidiendo con la fiesta de su sacrosanta Natividad, una procesión del Rosario con la imagen del cuadro, salió de la iglesia de San Gil en dirección a la Alameda de Hércules, en donde entre gentío inmenso y ya con muchos devotos, fray Isidoro explicó la nueva advocación mariana, que pronto desde su cuna de Sevilla se extendería por el mundo, provocando profundos sentimientos religiosos de arrepentimiento y devoción.

El 8 de mayo de 1798, la Orden Capuchina la acogió como patrona y protectora de todas sus misiones, siendo el beato fray Diego José de Cádiz uno de sus más destacados apóstoles. Hoy en día, en cada rincón por donde haya pasado un capuchino se encuentra siempre la mirada tierna y atrayente de la Divina Pastora de las almas.

Divina Pastora de Cantillana. Pintura en el Templo de los Gitanos Sevilla. Fotos: Rafael Márquez

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