Virgen del Carmen. Iglesia de San Andrés. Foto: Rafael Márquez

Poesía a la Virgen del Carmen por José María Pemán               

 

Cargadores de la Isla
mecedla con suavidad,
que lleváis sobre los hombros
a la Reina de la Mar!

Cargadores de la Isla:
ésa que vais a sacar
es la Virgen marinera,
que huele a marisco y sal;

la que llamaban Señora
y Capitana, al rezar,
los abuelos que tenían
claras almas de cristal
bajo la recia envoltura
de sus capotes de mar;

la que apacienta las olas
los días de tempestad;

la que esta tarde de julio
el crepúsculo honrará
colgando nubes de grana
por los balcones del mar.

Yo la vi que estaba triste
la Señora, en el altar.
Su rostro llenaba el lirio
de una palidez mortal.

—¿Qué te pasa, mi Señora,
Capitana de la mar,
que más que Virgen del Carmen,
pareces de la Piedad?

—Tres años hace, tres años,
que me estoy sin ver la mar,
sin oler las algas verdes
y sin ver la claridad.
¡Mis hijos, los de la Isla,
ya no me quieren sacar!

—No lloréis, Señora mía,
que dice un viejo refrán
que la fortuna y el sol
igual vuelven que se van.

¡Cargadores de la Isla,
marineros de la mar!:

La Señora estaba triste:
si la queréis consolar,
cuando la saquéis, mecedla
de esa manera especial,
hecha de tango y ternura
y de vaivenes de mar,
como se mecen los santos
desde los Puertos a acá,
¡como no saben mecerlos
en ninguna parte más!


Tú, cargador, que no sabes
rezar la Salve, quizás:
si cuando lo saques, meces
el paso con buen compás,
aunque no sepas la Salve,
Dios te lo perdonará...
¡que mecer así a la Virgen,
ya es un modo de rezar!

Ntra. Sra. del Carmen. Retablo Mayor de la Iglesia del
 Santo Ángel. Sevilla .Foto: Rafael Márquez

 

A la Virgen del Carmen por Rafael Alberti         

 

¡OH Virgen remadora, ya clarea
la alba luz sobre el llanto de los mares!
Contra mis casi hundidos tajamares
arremete el mastín de la marea.

Mi barca, sin timón caracolea
sobre el túmulo gris de los azares.
Deje tu pie descalzo los altares,
y la mar negra, verde pronto sea.

Toquen mis manos el cuadrado anzuelo
-tu Escapulario-, Virgen del Carmelo,
y hazme delfín, Señora, tú que puedes...

Sobre mis hombros te llevaré a nado
a las más hondas grutas del pescado
donde nunca jamás llegan las redes.

 

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